terça-feira, 26 de outubro de 2021

"EL CACTUS DEL SERVIDOR". OSHO.

 

“EL CACTUS DEL SERVIDOR”. “CAMINAR A PIE DESCALZO”… OSHO.

Tened paz.

No sólo de pan vive el Hombre, sino también de sus lágrimas y sus sonrisas.

No sólo sacia su sed con el agua, sino también en el agua que hay en su espíritu.

Mo os olvidéis que sois cactus, servidores… en este momento desértico del planeta.

No os olvidéis nada de lo que os fue dicho, antelado…

Hay almas que claman por vuestra ayuda. Atendedlas. Siempre atended… siempre atended. Es bueno atender.

Los que no saben expresar su forma de ser… su sed… estos mueren interiormente, se secan… como otras plantas en el desierto estéril… Plantas que no tienen agua…

Imaginémonos un desierto candente, lleno de médanos… subiendo en ellos… y veis cómo vuestras huellas, al subir, quedan impresas… impresas… impresas…

Luego viene un viento y no hay más huellas, no hay más directivas, no hay camino marcado; hay sólo esfuerzo, subida… Hay sólo brillo que enceguece vuestros ojos; hay un sol que arde…

Vuestra piel… vuestra piel… ansiosa de caricias… de la Divinidad.

¡Cuán carente que está el Hombre!… ¡Cuán carente que está el Hombre!...

El desierto de cada ser humano es diferente y es común entre sí; en realidad, es el mismo.

Todos están ansiosos de las caricias del PADRE-MADRE, que no saben ver, que no saben distinguir. Porque el Hombre no se acerca al PADRE-MADRE, el Hombre se distancia. Luego, la carencia afectiva surge en el desierto… preguntas sin responder… porque el Hombre en el desierto, aprenderá a conocerse a sí mismo. El Hombre precisa de sus desiertos espirituales para conocerse a sí mismo; sí.

¿Por qué estáis allí? ¿Por qué no estáis en la floresta? ¿Por qué no estáis en el verde regocijante del rocío? ¿Por qué… ¿Por qué?...

Esas preguntas sólo aparecen en el desierto del espíritu, en la noche del alma… Los “por qués” siempre tienen respuesta. Pero vosotros las acalláis, porque estáis muy ensombrecidos, ocupados en otros quehaceres, distraídos en el desierto. Tal vez obcecados…

Cuando el Hombre camina hacia su desierto espiritual, está subiendo y su boca se reseca; su lengua apenas puede moverse para hablar, no puede expresarse.

Es un simbolismo de la vida real. Un Hombre en su desierto espiritual, no puede expresarse… no puede expresarse como SER, en mayúscula… No puede expresar su “YO SOY”, PORQUE INTERIORMENTE ESTÁ SEDIENTO. Y AQUEL QUE ESTÁ SEDEIENTO, NO HA ENCONTRADO SU “YO SOY” para poder ennoblecer al prójimo.

¿Sabéis qué es la ternura? Son las gotas de rocío del alma de un verdadero ser humano.

En cambio: ¿Sabéis de dónde sale la aridez de una ríspida respuesta? De los hombres que están en sus desiertos espirituales. Aquellos que han tragado arena seca y su garganta está obturada… obturada… ¿Qué palabras pueden salir de una garganta obturada con arena seca? ¿Qué rostros impenetrables veis a veces aparecer en los seres humanos, cuando ellos carecen de comprensión?

No podéis ver un rostro dulce, no, jamás.

Una piel tersa… jamás… cuando por dentro el Hombre simplemente es desierto.
Pero hay algo que el Hombre no pensó y que dentro de sí debe surgir y emerger: el “cactus interior”.

De eso hablaremos, del cactus interior… del cactus humano de cada uno, sin edades. No hay edad en ello.

Hay almas encarnadas, con grilletes propios, subiendo médanos altos, exponiéndose a un sol arasador, cuando… cuando, si estuvieran cubiertos realmente, no con un sombrero, no con un gorro para protegerse del sol… (No hay que protegerse del sol, sino que hay que comprender al sol.), porque el SOL ES CRISTO.

Entonces la protección está dada, ofrecida, ofrendada.

Cuando veis un rostro ríspido, hosco, agresivo… os trae sinsabor, os trae disgusto, os trae rechazo… Algo que a vosotros no os cae bien ante ese rostro.

Pero en cambio, cuando veis a una persona que ama, a un ser humano con vibraciones alfa potentes: sentís PAZ en vuestro corazón. Sentís estar en la presencia de… ese SER.

 O bien… existe un enigma, una tercera fase de seres. Ellos poseen su lado divino, trabajado, esforzado. Pero a veces… a veces… a veces… hay un rostro, una mirada… Y este rostro tiene una mirada fría, hosca, impenetrable. ¿Qué es esto? ¿Qué hay dentro de esta mirada, de este mutismo? Mutismo es mutación. A esto me refiero. Que se pasa del día a la noche, de la dulzura a la rigidez, a la agriedad.

¿Qué hay dentro de ese ser? Hay… algo que no está bien.

Entonces hay que averiguar qué es. La parte divina, la parte iluminada, es aquella que ofrece la calidez del rostro, lo dulce, la ternura, la emanación de amor…

¡De repente!, un mirar que cambia. Algo que viene de lejos. Y en ese mirar, vuelven cosas de antes. Quizá de milenios, quizá de minutos; tanto da. El tiempo es irrelevante… Pero algo ha cambiado, el mirar ha cambiado. ¿A qué se debe? ¿Cuál es la causa?

Algo ha provocado un estallido interior, ha provocado la sed… la sed del peregrino que camina hacia su desierto espiritual. La sed del que no comprende por qué está en el desierto. En la falta de comprensión.

Él tiene sed, hay instancias que no fueron comprendidas, trascendidas… porque de lo contrario, aquella mirada de sus ojos, que representan el alma en el cuerpo físico, habría habido cambio en el mirara de la persona.

Obviamente que, durante el día cambiáis constantemente. Estáis en cambio continuo.

Si pudiéramos tener una filmación vuestra, de cada uno de los seres humanos durante todo el día, cuando estáis despiertos, os asombraríais de las increíbles mutaciones de vuestro mirar: asombro, dedicación, abstracción, observación, concentración, ternura, dulzura, alegría, tristeza… Cuántas cosas que hablan los ojos; mensajes que no pueden desvendarse.

¿Vosotros podríais reconocer en vuestros mirares alegría, tristeza, rabia, desazón, etc.? Son cosas tan fáciles de observar en un rostro humano. Pero… pero… cuando algo no se ve, está detrás… detrás…

Y os trae las respuestas que antes no lograbais comprender.

Es cierto, me diréis: “¿Cómo podemos vivir con un cactus dentro con espinas?”

Porque sois peregrinos aún, porque aún no habéis tocado la divinidad. De lo contrario, el GRIAL estaría plenamente abierto; las flores de loto, completamente abiertas.

¿Por qué el cactus? Porque es el momento de desierto. Es el momento de búsqueda; búsqueda del Camino. Búsqueda del Sendero, de una dirección. Estáis perdidos todavía. El viento viene e inmediatamente borra vuestras huellas. No hay dirección… miráis hacia atrás para ver si vuestras huellas os acompañan aún y ya no están. Entonces: ¿adónde vais? ¿Izquierda, derecha, arriba, abajo? ¿Este, oeste, norte, sur?... Todo es lo mismo; sólo sabéis que ya pensasteis que las espinas que os clavan os hacen desarrollar LA FUERZA DE VOLUNTAD. Vuestros pies arden; sabéis que vuestro corazón sufre. Sabéis que el cielo “aparentemente” está arriba.

Os digo: el cielo sois vosotros; el desierto es lo que no comprendéis. El cactus es Dios, el agua, está en el “CENTRO” vuestro, para saciaros siempre.

Las espinas: la firmeza para encontrar el Camino.

 Si siempre encontrarais agua y no tuvierais las espinas que son los impedimentos que os hacen crecer… vuestra FUERZA DE VOLUNTAD: ¿Qué seríais? Nada. Porque aunque, a través de ella es con la cual encontráis el Camino correcto, con la cual encontraréis desiertos con los obstáculos “aparentes”; entonces, en este momento, servidores, HIJOS DE LA LUZ, todos, sin excepción, sois: SERES-CACTUS. Con sed. Aquellos que no veis que estáis conectados con vuestra divinidad, que aún pensáis, raciocináis, no encontrásteis el agua que está dentro.

Sólo creéis en las espinas que veis. Mas, no podéis ver el AGUA INTERIOR DEL CACTUS, no habéis descubierto aún el secreto. SOIS CACTUS, SERVIDORES, SOIS CACTUS.

                                                                                              MAESTRO OSHO.

 

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